CDC, COVID-19, Pandemias

A Cinco Años de la Pandemia

La Salud Pública en la Encrucijada: Reflexiones a Cinco Años de la Pandemia de COVID-19

Han pasado cinco años desde que el mundo enfrentó una de las mayores crisis de salud pública de su historia reciente. La pandemia de COVID-19 no solo transformó la vida de miles de millones de personas, sino que también cambió de manera fundamental nuestra visión sobre la salud pública y cómo enfrentamos emergencias sanitarias. Aunque hemos avanzado en algunos frentes, el legado que dejó la pandemia está marcado por una inquietante tendencia a la privatización de la salud pública, y es hora de detenernos a reflexionar sobre sus implicaciones.

De lo Colectivo a lo Privado

Uno de los cambios más notables que surgieron durante la pandemia fue el paso de un enfoque de salud pública liderado por instituciones gubernamentales a un modelo ampliamente dominado por empresas privadas. El desarrollo y distribución de vacunas, tan crucial para controlar el virus, fueron liderados principalmente por corporaciones farmacéuticas. Si bien estos avances científicos fueron extraordinarios, el papel limitado de los gobiernos dejó expuestos problemas que aún persisten.

En muchas comunidades, obtener una cita para vacunarse se asemejaba a un juego de suerte lleno de frustraciones, dependiendo de sistemas de registro desorganizados gestionados por empresas privadas o asociaciones público-privadas con recursos desiguales. La recopilación y difusión de datos esenciales, una responsabilidad históricamente pública, también se trasladó a manos privadas. Universidades y medios independientes, como The Atlantic, asumieron funciones que anteriormente estaban bajo el control de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Esta fragmentación de responsabilidades sembró desconfianza en las instituciones públicas y desdibujó las líneas de lo que significa actuar bajo el interés colectivo.

Una Confianza Erosionada

El auge de voces no oficiales, desde «influencers» en redes sociales hasta propagadores de teorías de conspiración, exacerbó la crisis de información. La prensa comercial proclive al sensasionalismo —hasta el extremo de promover el “terrorismo mediático“— socavaba la confianza en las instituciones gubernamentales. Esto no solo complicó las decisiones individuales sobre vacunas o medidas preventivas, sino que también debilitó la confianza pública en la ciencia y en los organismos responsables. Ahora enfrentamos un panorama en el que figuras como presentadores de podcasts tienen, para algunos, la misma autoridad que expertos en epidemiología y en enfermedades infecciosas.

Esta erosión de confianza no es trivial. La desinformación no solo causa daños inmediatos, sino que dificulta aún más la implementación de medidas en futuros brotes. En un momento en el que deberíamos estar fortaleciendo nuestras instituciones de salud pública, algunas ya han sufrido recortes presupuestarios y reducciones en sus capacidades de investigación y respuesta.

El Costo de la Privatización de la Salud Pública

El modelo actual, con un marcado enfoque privado, presenta riesgos latentes. ¿Qué sucede cuando las decisiones vitales sobre vacunas, pruebas y vigilancia de enfermedades recaen en entidades que priorizan las ganancias? La falta de control público puede traducirse en acceso limitado a tratamientos, mayores costos para los pacientes y desigualdades que ponen en peligro la salud de comunidades enteras. Si dejamos la vigilancia de pandemias en manos de empresas tecnológicas o farmacéuticas, podríamos enfrentarnos a problemas de transparencia, conflictos de interés y desequilibrios en el acceso a la información crítica.

Un Llamado a Reflexionar

El enfoque actual de individualizar la salud, delegando gran parte de las responsabilidades al ámbito privado, es una receta para la desconexión y, eventualmente, el desastre. Tenemos que revalorar la salud pública como lo que realmente es: un bien común, un esfuerzo colectivo que no debe estar sujeto únicamente a las leyes del mercado.

Si aprendimos algo durante la pandemia de COVID-19, es que los logros más grandes, ya sea contener una enfermedad o movilizar una respuesta masiva, requieren de un compromiso profundo con el bienestar de todos. Esta es nuestra oportunidad de exigir un regreso a los principios de equidad, colaboración y responsabilidad colectiva. La construcción de un mundo más preparado y justo no es tarea de un solo sector o individuo, sino de todos nosotros juntos.

Volvamos a creer en la salud pública y en su capacidad para protegernos como sociedad. Porque en las crisis futuras, el poder de lo colectivo no solo será necesario, sino indispensable.

Fuente original (adaptado): NYT


CONSULTOR

José Becerra, MD, MPH, FACPM
Atlanta, GA and San Juan, Puerto Rico

Retired Centers for Disease Control Medical Epidemiologist

Adjunct Associate Professor of Epidemiology and Biostatistics
Graduate School of Public Health, Medical Sciences Campus
University of Puerto Rico

Pandemias

La proxima pandemia – II

La relación entre enfermedad y poblaciones aviarias

La relación entre enfermedad y poblaciones aviarias refleja una compleja interacción de historia natural e impacto humano. Históricamente, las aves silvestres han coexistido con varios patógenos, a menudo con efectos adversos mínimos. Su exposición a virus de leve morbilidad es un testimonio del equilibrio dinámico establecido entre estas especies y el mundo microbiano. Sin embargo, las actividades humanas han inclinado cada vez más este balance, introduciendo varios factores que exacerban la susceptibilidad de las aves a enfermedades.

En primer lugar, el cambio climático, impulsado por la actividad humana, representa una amenaza significativa para la salud aviar. Un clima cálido puede comprometer los sistemas inmunológicos de las aves, haciéndolas más vulnerables a infecciones. El estrés inducido por temperaturas más altas puede alterar las respuestas fisiológicas, reduciendo su capacidad para combatir enfermedades. Además, a medida que el cambio climático modifica hábitats, las poblaciones de aves pueden concentrarse más en ambientes con mayor hacinamiento, facilitando la propagación de enfermedades a través de un contacto más cercano.

En segundo lugar, la invasión de hábitats naturales que obliga a las aves a compartir espacios menguantes aumenta aún más las posibilidades de transmisión de enfermedades. Esta proximidad no solo facilita la propagación de patógenos existentes sino también proporciona oportunidades para el surgimiento de nuevos agentes infecciosos. La reducción de hábitats naturales, resultado de la expansión urbana, la agricultura y la deforestación, obliga a las aves a congregarse en áreas más pequeñas, donde son más propensas a interactuar y propagar patógenos.

Por último, la práctica de la agricultura industrial (“factory farming”) ha amplificado significativamente el riesgo de propagación y mutación de enfermedades entre las poblaciones aviarias. Las granjas avícolas y lecheras, donde se mantienen grandes números de animales en espacios reducidos, crean condiciones óptimas para que los virus se propaguen rápidamente y muten. Esto no solo afecta a los animales de granja sino también plantea una amenaza para las poblaciones de aves silvestres cuando estos patógenos vuelven al medio ambiente. Un ejemplo de esto es la emergencia de la cepa H5N1, que originalmente infectó a gansos de granja en China antes de propagarse a poblaciones silvestres. Tales incidentes subrayan el papel de las prácticas facilitadas por el ser humano en la evolución y diseminación de enfermedades aviarias.

Estos factores combinados ilustran el profundo impacto que las actividades humanas tienen sobre el mundo natural. Alterando hábitats, acelerando el cambio climático y participando en prácticas como la agricultura industrial, los humanos han creado condiciones que favorecen el brote y la propagación de enfermedades entre las poblaciones de aves. Esto no solo amenaza a las especies aviarias sino que también puede tener graves implicaciones para la salud humana, como se ve con las enfermedades zoonóticas que pueden transferirse de animales a humanos. Abordar estos problemas requiere un enfoque multidisciplinario, incluyendo esfuerzos de conservación, prácticas agrícolas sostenibles y políticas orientadas a mitigar el cambio climático para restaurar el delicado equilibrio entre las aves y su entorno.

Intersección de la salud animal, la agricultura y la conservación de la vida silvestre

La cuestión de la gripe aviar y su impacto tanto en poblaciones de aves domésticas como silvestres destaca un desafío crítico en la intersección de la salud animal, la agricultura y la conservación de la vida silvestre. La necesidad de que los agricultores mantengan la salud de su ganado, protejan sus negocios y mitiguen los riesgos para los trabajadores agrícolas y el potencial de transmisión zoonótica exige una acción rápida cuando ocurren brotes. Sin embargo, la respuesta a menudo implica medidas drásticas como el sacrificio de rebaños enteros, una práctica que ha llevado a la muerte de decenas de millones de gallinas desde 2022. Esta respuesta, aunque dirigida a contener la propagación del virus, plantea preocupaciones éticas significativas, especialmente cuando se emplean métodos como el cierre de ventilación, que lleva a un sufrimiento prolongado y la muerte por sobrecalentamiento, una técnica criticada por grupos de bienestar animal como innecesariamente cruel.

La cantidad impresionante de aves domésticas y silvestres afectadas subrayan la urgencia de encontrar estrategias más humanas y efectivas para manejar y prevenir brotes. El hecho de que hasta 66 millones de pollos y pavos hayan sido sacrificados usando métodos controvertidos desde 2022 subraya la necesidad de medidas de bioseguridad mejoradas y consideraciones éticas en la avicultura.

La interfaz entre las poblaciones de aves silvestres y cautivas es un punto crítico de preocupación. Los esfuerzos para minimizar las interacciones entre estos grupos son vitales para prevenir la propagación de la gripe aviar, sin embargo, esto resulta ser una tarea muy difícil debido a los desafíos para aislar poblaciones animales densamente mantenidas en granjas. Los fallos en las medidas de bioseguridad, o la falta de implementación adecuada, pueden tener efectos devastadores en las poblaciones de aves silvestres, como lo evidencian las significativas muertes en varias especies a través de América del Norte y Europa.

Pérdidas significativas entre especies como aves marinas atlánticas, charranes patinegros y gansos subrayan la amenaza que enfermedades como la gripe aviar representan no solo para los intereses agrícolas y el bienestar animal, sino también para la biodiversidad y la salud de los ecosistemas.

La cepa de gripe aviar que se propagó por América del Norte desencadenó una temporada de plagas para las aves marinas atlánticas cuando apareció por primera vez a finales de 2021 en una granja de Terranova. Desde abril hasta septiembre de 2022, la gripe aviar mató a aproximadamente 41,000 aves silvestres en Canadá. Al menos el 17 por ciento de la población reproductora de charranes patinegros en el noroeste de Europa, más de 20,000 aves, fallecieron. Y desde noviembre de 2022 hasta enero de 2023, el virus mató a miles de gansos silvestres de Ross y de nieve en Dakota del Norte, Kansas, Indiana y California.

Necesidad de enfoques integrales

Esta situación enfatiza la necesidad de enfoques integrales que equilibren las demandas de productividad agrícola con los imperativos de bienestar animal y conservación ambiental. Requiere un esfuerzo internacional, de múltiples partes interesadas, para abordar los complejos desafíos presentados por la influenza aviar, incorporando bioseguridad avanzada, estrategias de vacunación y consideraciones éticas para mitigar el impacto tanto en poblaciones de aves domésticas como silvestres. Tales esfuerzos deberían apuntar no solo a proteger la salud animal y prevenir pérdidas económicas, sino también a preservar la biodiversidad global y evitar la erosión adicional del patrimonio natural de nuestro planeta.

El calentamiento global provocado por la actividad humana amenaza las recuperaciones futuras de las poblaciones de aves en América del Norte, agravando los efectos de enfermedades como la gripe aviar. Un ejemplo claro fue el fracaso reproductivo sin precedentes en una colonia de alcatraces norteños en 2022, exacerbado por una ola de calor marina. Las temperaturas más cálidas, que se prevé sean más comunes, complican la recuperación de las aves al profundizar problemas como la escasez de alimentos, la contaminación y la pérdida de hábitat. La propagación descontrolada de virus altamente patógenos representa un riesgo no solo para especies en peligro como el frailecillo atlántico y el charrán rosado sino también para la salud humana y el ganado. Este contexto destaca la responsabilidad humana en el sufrimiento de las aves debido a la agricultura industrial, el cambio climático y la destrucción de hábitats, subrayando la necesidad de considerar el impacto ecológico más allá de la perspectiva humana.

Preocuparse solo por la perspectiva de la infección humana traiciona un narcisismo ecológico. No debemos ignorar el sufrimiento no humano por el cual somos responsables, a través de la agricultura industrial, el cambio climático antropogénico y la destrucción de hábitats.

Aunque probablemente no debemos preocuparnos inmediatamente por contraer la gripe aviar a través de la carne, los huevos o los productos lácteos, este es un buen momento para reducir el consumo de productos que contribuyen al cambio climático (como la carne de res, por el consecuente aumento en gases de efecto invernadero) o perpetúan la crueldad (como los huevos de gallinas enjauladas). Las mismas granjas industriales que causan sufrimiento animal excesivo también pueden funcionar como reservorios de enfermedades.

Un compromiso duradero con toda la vida planetaria —humana y no humana — reduciría el riesgo de que las enfermedades zoonóticas se transmitan a los humanos. Pero salvar el planeta para nuestro propio beneficio es solo ligeramente menos miope que destruirlo en detrimento nuestro. Como sus habitantes más influyentes y destructivos, tenemos el deber de cuidar toda la naturaleza, no solo a sus habitantes humanos.

Fuente: https://www.nytimes.com/2024/05/10/opinion/bird-flu-animal-deaths-h5n1.html



José Becerra, MD, MPH, FACPM
Atlanta, GA and San Juan, Puerto Rico

Retired Centers for Disease Control Medical Epidemiologist

Adjunct Associate Professor of Epidemiology and Biostatistics
Graduate School of Public Health, Medical Sciences Campus
University of Puerto Rico